Siempre sentí atracción hacia la trágica figura del artista que esta pierde la cordura en busca que una obra de arte que lo sobrepasa por en su desmedida ambición. Está claro que la atracción no es del mismo tipo si se trata de un Brian Wilson tratando de terminar su Smile a si es con alguien como Axel Rose tratando de terminar su Chinese Democracy. Es decir, entre un genio y una persona con algún talento pero no demasiado. En el primer caso esa tragedia se da probablemente al no encontrar la manera de poder plasmar bien las ideas que tiene en mente, en el segundo se trata más bien de querer hacer algo grande pero en realidad no saber bien ni qué hacer ni como. Pero lo cierto es que, como en muchos otros aspectos de la vida de alguien que se dedica creación, hay instancias que se le presentan tanto a artistas exitosos como a sin reconocimiento, a verdaderos genios tanto como a gente apenas voluntariosa; hay cosas que le pasan a todos y que hacen que todos se conecten en una comunidad de identificación mutua (esta maravillosa escena de Ed Wood explica bien lo que quiero decir). Dentro del mundo del rock este es uno de los varios síntomas de lo que yo llamo rockestrellitis y que (creo) haber descrito bien en mi post sobre el Satanic Majaestic Request de los Rolling Stones. Se da cuando ya el dinero, el reconocimiento, las groupies, la fama, el confort y todo eso deja importar y ya la estrella en cuestión quiere dejar ser como su ídolo rockero de la adolescencia para querer ser como Leonardo Da Vinci, Van Gogh y Mozart juntos. Este comportamiento casi siempre tiene destino trágico y fatal, en donde el protagonista se encierra en un círculo cerrado de retroalimentación de emociones confusas, donde el ego, la ambición, la baja y alta autoestima y la paranoia están funcionando en conjunto. Odisea que empieza con ilusiones de grandeza y termina en una espiral descendente que termina por sacar del mundo de la cordura al protagonista.
20100319
Siempre sentí atracción hacia la trágica figura del artista que esta pierde la cordura en busca que una obra de arte que lo sobrepasa por en su desmedida ambición. Está claro que la atracción no es del mismo tipo si se trata de un Brian Wilson tratando de terminar su Smile a si es con alguien como Axel Rose tratando de terminar su Chinese Democracy. Es decir, entre un genio y una persona con algún talento pero no demasiado. En el primer caso esa tragedia se da probablemente al no encontrar la manera de poder plasmar bien las ideas que tiene en mente, en el segundo se trata más bien de querer hacer algo grande pero en realidad no saber bien ni qué hacer ni como. Pero lo cierto es que, como en muchos otros aspectos de la vida de alguien que se dedica creación, hay instancias que se le presentan tanto a artistas exitosos como a sin reconocimiento, a verdaderos genios tanto como a gente apenas voluntariosa; hay cosas que le pasan a todos y que hacen que todos se conecten en una comunidad de identificación mutua (esta maravillosa escena de Ed Wood explica bien lo que quiero decir). Dentro del mundo del rock este es uno de los varios síntomas de lo que yo llamo rockestrellitis y que (creo) haber descrito bien en mi post sobre el Satanic Majaestic Request de los Rolling Stones. Se da cuando ya el dinero, el reconocimiento, las groupies, la fama, el confort y todo eso deja importar y ya la estrella en cuestión quiere dejar ser como su ídolo rockero de la adolescencia para querer ser como Leonardo Da Vinci, Van Gogh y Mozart juntos. Este comportamiento casi siempre tiene destino trágico y fatal, en donde el protagonista se encierra en un círculo cerrado de retroalimentación de emociones confusas, donde el ego, la ambición, la baja y alta autoestima y la paranoia están funcionando en conjunto. Odisea que empieza con ilusiones de grandeza y termina en una espiral descendente que termina por sacar del mundo de la cordura al protagonista.
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