20090627
La industria del espectáculo llora (si es posible ante cámaras) la muerte de su hijo prodigo y pierde a quien probablemente haya sido su mas grande creación. Pero no hay que olvidar que el mundo del showbizz ha perdido a una de sus principales víctimas.
Michael Jackson murió a los 50 años de edad convertido en monstruo. Un monstruo horrible, tan horrible que nunca pudo haber sido creación de nadie más que de su propio delirio. Ese freak, esa abominación llena de cirugías experimentales y caprichosas, era un niño adorable y carismático. Estrella del shobizz desde los 4 años y de incuestionable talento para la música y baile, murió joven, alcohólico, solo, adicto a analgésicos y antidepresivos, luchando contra demonios invisibles pero también reales. Una cosa es ser paranoico y ágora fóbico, sentir que todo el mundo te observa y tener pánico a las multitudes y otra cosa muy diferente es que realmente todo el mundo te observe y no puedas salir a la calle sin causar una multitud detrás tuyo. Ese animal escénico murió con pánico escénico, viendo como imposible de afrontar el próximo desafió que le presentaba la industria para equilibrar sus desastrosas finanzas. Pobre Michael, vivió toda su vida rodeado de personas que no podían ver en él otra cosa que el signo de dólar.
Sumido en una espiral descendente de años acciones a cual más bizarras y excéntricas, el niño prodigio del pop quiso dejar de vivir. Su carrera fue el mas exitoso experimento de la industria del pop, que había tomado nota de experiencias anteriores como Elvis o los Beatles, para llegar a esa perfección de marketing total, en donde como señalaba Greil Marcus lo importante no era la música, ni siquiera el espectáculo, sino que lo importante era sentirse parte del evento, ser parte del fenómeno de masas. Nunca voy a poder olvidarme de salir de ver Moonwalker (muchísimos años después de sus estreno) y sentir ese poder que le hubiese gustado obtener a Hitler y Goebbels en las películas de propaganda de la Riefenstahl. Habían pasado muchos años de la fiebre que había provocado esa película, pero uno podía dejar de sentir ese sentimiento: uno salía del cine sin poder pensar en otra cosa que en Michael Jackson. Michael Jackson se convertía en todo; una causa, una estrella, un ídolo. También se convertía en una cosa.
Explotado desde su niñez, Michael también fue una de las primeras victimas de la reciente encarnación de la era de las celebridades, en donde no solo se factura con la obra y los miles de derivados de merchandising “positivos” sino que también se factura con la decadencia, la locura y las miserias de los artistas. Esta industria creo a este monstruo y al mismo tiempo lo acusaba de ser monstruo. Wacko Jacko, el Rey del Pop.
Me gusta creer que Michael Jackson esta fingiendo su propia muerte. Que todo se trata de un montaje para poder escapar y tener una vida sin preocupaciones. Pero ya era demasiado tarde para ser normal. Jackson, totalmente deteriorado física, moral y espiritualmente no iba a poder afrontar la serie de 50 shows que tenia en agendados en Londres para poco menos que un mes. Este invento que habían encontrado sus contadores para recuperar ese pasivo de 400 millones de dólares y al que nunca había parado de pedir cosas imposibles a los productores (animales salvajes, bailarines maoríes auténticos) pero al que al mismo tiempo nunca se había presentado a los ensayos. Ese gran comeback nunca llegará, y de todos modos nunca iba a llegar. El deteriorado monstruo ya se había convertido en monstruo hace años y no había vuelta atrás.
Michael Jackson ya había muerto hace muchos años y recién ahora esta encontrando la paz que necesitaba.
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