20070611

Algunas cosas han cambiado desde que empecé a escuchar (y luego escribir sobre) música.
La internet entró tan progresiva y sigilosamente en nuestras vidas que ni nos dimos cuenta. Es bastante obvio (negarlo seria de necio) que un adelanto tecnológico de este calibre va a provocar una especie de antes y después en la historia de las actividades humanas, aunque nos falta cierta distancia temporal y perspectiva histórica para poder apreciar las consecuencias del fenómeno en su total dimensión y aún no creo que todas esas consecuencias hayan terminado de desplegarse o rebelarse del todo. Esto recién comienza, en términos históricos 10 años no son nada.
No sé si a la larga estos cambios van a ser buenos o malos. Actualmente las consecuencias positivas de la internet me satisfacen (y marean) tanto que no pienso mucho en potenciales consecuencias negativas. No digo que no haya de estas ultimas, pero tiendo a pensar que la internet (tal como funciona ahora en la mayoría de los países en donde funciona) tiene mas cosas buenas que malas. OJO, tampoco estoy diciendo que sea la llave a una Nueva Era de paz, felicidad y prosperidad. No. Tampoco.
Para ilustrar la mayor y mejor consecuencia de la internet (mejor y más rápida circulación y accesibilidad de la información) voy a usar el mismo ejemplo que uso siempre:
Cuando era un adolescente inquieto y entusiasta por la música leí un dossier en la revista barcelonesa Ruta 66 dedicado al krautrock. Después de leerlo quedé tan exaltado que enseguida me puse en plan de conseguir alguno de esos aparentemente maravillosos discos que eran nombrados en la revista. Me recorrí la ciudad varias veces sin éxito alguno y pasaron (literalmente) años para que una copia de Neu! 75 y una recopilación de Can llegaran a mis manos (ni hablar de Amon Düül o Witthüsser & Westrupp).
Hoy en día, un adolescente inquieto y entusiasta de la música no tiene que, para empezar, esperar que una revista la cual los pocos números entraron al mercado local lo hicieron por una serie de casualidades comerciales, para enterarse de la existencia de algo llamado krautrock. Puede enterarse por varias fuentes, y cuando lo haga y se entusiasme de la manera en que yo me entusiasmé, se puede bajar la discografía entera de Can en un par de días.
Pertenezco a una generación que casualmente vivió el antes y después de internet. Hoy en día veo mucha gente de mi generación despotricando y criticando la facilidad con que las generaciones más jóvenes obtienen todo como si fuese algo malo. A decir verdad yo no le veo la gracia a estar pateándome todas las disquerias de Montevideo buscando un solo puto disco como si se tratase de un viejo tratado de alquimia del SXVI y realmente preferiría haber utilizado mas ese tiempo en haber escuchado los discos que en tratar de encontrarlos. He escuchado decir que ahora los adolescentes no valoran tanto la música porque la obtienen demasiado fácil. Bueno, si realmente hay gente que piensa que la música de Can solo es valiosa porque en su momento fue difícil de encontrar en esta parte del planeta... en fin, creo que se trata entonces de gente con problemas mentales serios.

(Dije krautrock como podría haber dicho textos de Debord o literatura anarquista actual).






















La internet hace que estemos viviendo tiempos bastante particulares en los que se refiere a la circulación y acceso de la información. Es una frase hecha pero por eso no deja de ser cierta: nunca hubo tanta información al alcance de la mano y nunca su circulación fue tan rápida.
Una combinación explosiva se da si a esto le sumamos que las actividades humanas ligadas al arte y el entretenimiento se han disparado en cantidad en el SXX (sobretodo a partir de los años 60s) y no creo que hayan parado de crecer década a década. Si bien no tengo datos concretos, es probable que la producción artística y de entretenimiento en el siglo pasado (y este que recién comienza) sea mayor que en todos los siglos anteriores sumados.
Hoy en día, la cantidad de libros que se editan, discos que se publican, textos que se escriben, exposiciones que se hacen, conciertos que se realizan, películas que se filman, etc etc es abrumadoramente enorme. Y al igual que casi todas las actividades humanas del SXX, casi todo eso esta documentado. Y casi todo es accesible (y sino lo es ahora, lo será la semana que viene). El riquísimo archivo cultural del ultimo centenar de años aún esta descubriéndose y la historia del arte del siglo XX esta en continua reescritura y reconstrucción.
Hoy en día, no importa lo oscuro que sea tu proyecto artístico, este puede llegar a muchísimas persona a través de la web y se pueden generar así redes internacionales de cooperación entre artistas. No es que antes no existiesen, las redes de mail art y las networks creadas a partir del hardcore son algunos antecedentes, pero hoy en día estas redes de cooperación pueden funcionar con mayor rapidez y efectividad. Una audiencia, parte fundamental de esa experiencia colectiva que es el arte, es mucho más fácil de conseguir hoy en día que nunca.
Todo esto combinado da como resultado la famosa paradoja de los tiempos actuales: nunca hubo tanto acceso y difusión de información sobre las actividades humanas actuales y recientes, pero la cantidad de datos es tan opresivamente grande que es imposible procesar. Malos tiempos para los todólogos. He escuchado teorías conspirativas que dicen que esto es una especie de forma de censura moderna, una censura por saturación de información. Si bien yo siempre atiendo a este tipo de teorías paranoicas hay algo que es verdad y no hay que auto engañarse: la realidad (toda la información existente) siempre fue algo innabarcable, solo que ahora recién nos estamos dando cuenta de eso vivenciandolo.




























Traslademos esto a alguien que quiere escribir sobre música contemporánea. Nunca antes la producción de música mundial estuvo tan al alcance de la mano: uno puede atender cualquier escena musical en cualquier parte del mundo por más emergente o oscura que sea. Algunos filtros que antes existían han desaparecido, como por ejemplo la siempre cuestionable selección de los sellos discográficos grandes y el caprichoso gusto de los vendedores de discos locales. Saber lo que esta pasando en el panorama de la música actual nunca pareció ser tan fácil, pero el volumen de la producción es tan gigantesco que es casi imposible poder darse cuenta que es lo realmente que esta pasando en la música contemporánea. Ante cualquier razonamiento o conceptualización se haga sobre el estado de la música actual uno tiene que aceptar lo parcial del mismo y lo incompleto de la información que es humanamente posible procesar para llegar a él.
Además hay que tener en cuenta que no solo la producción contemporánea es necesaria para entender la música actual. El pasado (reciente o no tanto) es una pieza fundamental de este rompecabezas. Y en los hechos el mercado editorial esta lleno reediciones de la riquísima producción musical del SXX (tanto de artistas masivos como de figuras oscuras) colaborando con esa reescritura permanente del pasado de la que venia hablando.
Se ha hablado que la función de los medios, tanto tradicionales como alternativos, es hacer de filtro y selección sobre esta abrumadora cantidad de información. Pero además de la siempre eterna cuestión de quien controla a la policía esta el asunto de: ¿selección sobre que?, si hasta la persona (o grupo de personas) mas informada del mundo esta solo enfrentándose a una mínima fracción de la información existente.

(En el campo de la ciencia, este mismo fenómeno ha dado como resultado dos cosas: una progresiva fragmentación y especialización, tanto de las disciplinas como de los científicos y una más inquietante aún: el promedio de edad de por ejemplo los premios nobel o de las personas que han hecho los grandes avanzes recientes en cada materia ha venido creciendo en los ultimos años dado que cada disciplina cuenta con una historia preexistente cada vez más grande ha asimilar)

Quiero aturdirlos un poco con números. Cada mes, una cantidad enorme de discos a escucharse sale al mercado. Una cantidad inabarcable para las posibilidades de un solo ser humano. Vayamos a un ejemplo mediante una revista especializada, él numero de abril del 2006 de The Wire:
Solo en la sección de reseñas de nombran 190 discos y hay publicidades de 157 discos más. Total: 367. O sea, que si uno quiere escuchar todos esos discos en un mes (ya que es una revista mensual) debería escuchar 12 discos al día. Pero bueno, hay otras cosas: en el resto de la revista se nombran bastantes discos mas, o sea que quizás ese numero hacienda a 500. Hay que tener en cuenta que lo que hace esta revista (y todas las revistas) por mas abarcativas que sean sus es intenciones, es hacer una selección de toda la producción mundial. The Wire especialmente ignora deliberadamente gran parte de la producción mainstream, gran parte de la producción las escenas musicales regionales no es reseñada, otras revistas hacen otras selecciones de la realidad, algunos artistas no editan discos o lo hacen de manera mas amateur, etc. Además, solo personas muy extrañas solo escuchan música. Generalmente (además de tener trabajos, vida y todo eso) la gente interesada en música lee libros, mira películas, ve tele, va exposiciones, y tiene otras aficiones. O sea, seguir la producción actual de música mundial es humanamente imposible.

(Curiosamente, seguir la producción mainstream de música sigue siendo mas o menos igual de fácil o difícil que antes, basta con de vez en cuando prender la tele, escuchar la radio o ojear determinadas revistas).

Teniendo en cuenta todo esto y cosas como que los discos necesitan varias escuchas y una especie de maduración antes de poder ser asimilados totalmente, pasa que muchos grandes discos que se han editado en los últimos años han pasado desapercibidos. Pero no me refiero desapercibidos para “el gran publico” sino que desapercibidos para muchos de sus posibles, potenciales y selectos escuchas. También este aluvión permanente de novedades hace que por parte de la critica el tratamiento de muchos excelentes discos sea bastante superficial y pasajero.
“Rock” y “ser joven” son ideas que hoy en día se encuentran totalmente marketinizadas y manipuladas con el fin de vender ropa o gaseosas. Muchos de los mejores discos editados en los últimos años están hechos artistas que han superado la edad que supuestamente deberían tener para hacer rock. También pasa que a muchos los “condena” su pasado. Hoy prácticamente cualquier lista mas o menos seria de “mejores discos de la historia del rock” incluye The Modern Dance de Pere Ubu o el debut de Suicide pero la brillante producción actual de David Thomas con Two Pale Boys o de Alan Vega con VVV no recibe la misma atención mainstream. También discos que estos artistas que han sacado promediando su carrera y que en su momento pasaron desapercibidos hoy tienen gracias a la internet la posibilidad de una segunda vida y revancha.

Las gigantescas posibilidades a la hora de elegir que escuchar han hecho que recientemente hablando con personas con las que hace años escucho música e intercambio información sobre ella que no conozco ni la mitad de los discos o artistas que han estado escuchado últimamente y viceversa. La comunidad de personas con la que convivo e intercambio información (que gracias a internet se internacionalizó) es para quienes que escribo. Este post pretendía (antes de irme por las ramas), además de una ser una especie de recontextualización de lo que significa escribir sobre música hoy en día, ser la introducción a una serie de reseñas de discos recientes que han pasado mas o menos desapercibidos o discos que merecen, en mi opinión, una segunda oportunidad. Pero no pretendo ser un justiciero de alcance global, le estoy escribo a mis amigos y miembros de mi comunidad.


Próximamente, mas chicas con poca ropa.